El territorio que hoy ocupa el Estado de Quintana Roo, como todos sabemos, fue habitado por integrantes de una de las grandes culturas mesoamericanas, la Maya, que en sus años de esplendor se desarrolló en medio de importantes aportaciones como su filosofía del tiempo, que según escribió Eric Thompson “ninguna otra cultura elaboró una filosofía alrededor de un tema tan especial como éste del tiempo”.
Este ahínco por saber, se tradujo en su sistema calendárico de la cuenta larga que asociado a los ciclos cronológicos, reflejaban el pensamiento maya de un tiempo sin fin, en el que los hechos humanos, como escribiera Alberto Ruz, “se suceden con implacable regularidad, como la aparición de los cuerpos celestes o el paso y retorno de las estaciones y de todos los periodos de su complejo calendario”.
Este desarrollo de la gran cultura maya que aquí floreció, marca el inicio de nuestra historia quintanarroense, por lo que enfatizar que fueron los valores espirituales más que el adelanto material, los que permitieron a los mayas de ese entonces alcanzar su nivel cultural, debe significar el inicio de los relatos.
Estos relatos, no todos históricos, sino también apoyados en leyendas atribuidas a algunos de sus dioses místicos, como Chaac y Kukulcán o protagonistas de fábula como la princesa Sac Nicté, permiten difundir hechos que reflejan a quienes vivían en esta tierra cuando llegan los españoles a conquistarnos, como Nachan Can, Nahum Pat y Gonzalo Guerrero, o a quienes intentaron doblegar a los locales, como Francico de Montejo y a alguno de sus férreos opositores como Nachi Cocom.
La etapa incluye también ese proceso de ataques y robo a embarcaciones que en nuestras costas navegaban, representado por Fermín Mundaca, y a los primeros españoles que se establecen para beneficio de quienes aquí viven, como Payo Obispo, hasta la etapa en que inician los esfuerzos por hacer de este territorio parte de un país independiente.